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HERMANDADES DE SANTA MARTA, SAN ROQUE Y ESPERANZA DE TRIANA

viernes, 1 de abril de 2011

UN GRAN CAPATAZ SIN COFRADIA

Salvador Perales no mandará este año ningún paso tras 49 años vinculado al costal y la trabajadera · Tiene el privilegio de haber salido en Triana y la Macarena.
Habla con la sabiduría de una persona que lleva desde los 14 años vinculado al costal y a la trabajadera. De costalero a capataz. Primero con los profesionales y más tarde con los hermanos. Rechi le dio la oportunidad de meterse debajo del paso de misterio de las Tres Caídas de Triana. Igualó en la misma Madrugada porque faltó gente. Ha sufrido la peor desgracia que le puede ocurrir a un capataz, la muerte de un costalero, y tiene el privilegio de ser de los pocos que han tocado el martillo en Triana y la Macarena. Este año, Salvador Perales vivirá su particular penitencia en Semana Santa: después de 49 años no será capataz en ninguna cofradía. Aunque asegura que siempre estará cuando una hermandad lo llame.

Su salida de la Hermandad de las Aguas no ha sido como le hubiera gustado. El año pasado no pudo mandar el paso de la Virgen por una indisposición que le dio minutos antes de ponerse en marcha la cofradía. "Salí de allí en ambulancia". El nuevo hermano mayor le comunicó por teléfono su relevo en el martillo, y lo que más lamenta es no haberse podido despedir como se merece un capataz de su trayectoria. "Me dijeron que no sería posible. Así que le he mandado una carta a los costaleros en la que me despido de ellos".
Salvador Perales nació en la céntrica calle Hernando Colón, pero desde los tres años es vecino del Cachorro, su cofradía de toda la vida. Después de trabajar dos años con Rechi en la Esperanza de Triana, Perales se fue con Manuel Bejarano. "Estuve siete años. Hasta que en 1970 se retiró en el Gran Poder". En 1972, Salvador Dorado El Penitente, le ofrece que vaya con él en la Macarena. "Manolo Santiago iba en el Señor de la Sentencia, y Salvador me dijo que lo acompañara en el palio". Este trianero relata emocionado cómo fue la primera vez que tuvo la oportunidad de tocar el dragón: "Fue en la calle Resolana, donde hoy está la Once. Veníamos de los Negritos. Salvador me dijo que tocara el martillo". Después de eso sólo recuerda que miró a la Virgen a los ojos y se quedó extasiado. "Cuando me di cuenta el paso estaba ya arriba y no sé ni cómo toqué el martillo. Triana es Triana, pero la Macarena es punto y aparte".
El primer paso que mandó solo fue el del Señor de San Roque, en 1976. Cuando iba a meterlo en la Catedral avisó al Penitente. "Me dijo que lo metiera yo, que cuando él llegara en el palio recogería los cristales. Saqué a un costalero de abajo para que estuviera a mi lado. Me sentía más seguro". Con Salvador Dorado trabajaron también en las hermandades de las Penas, los Estudiantes, San Bernardo, los Negritos, el Silencio y el Santo Entierro.
En 1999, Salvador Perales vivió su peor momento como capataz: la muerte del costalero Juan Carlos Montes mientras iba en el paso del Cristo de las Aguas por el Postigo: "Fueron momentos durísimos. Sin duda, lo peor que te puede pasar como capataz".
Las principales diferencias que encuentra entre los costaleros y capataces antiguos y los actuales es la manera de llevar los pasos: "Antes cada uno iba de una manera. Los veías venir y sabías si era la gente del Fatiga, de Salvador... ahora van todos igual". La relación entre el capataz y su cuadrilla también ha cambiado sustancialmente: "El capataz era como un padre. No sólo te aportaba un jornal. Te ayudaba con los problemas de la vida". Por esto, Salvador Perales sigue tratando a sus costaleros como si fueran sus propios hijos. Les ayuda en todo lo que necesiten. "Y los tiempos están muy mal". El último capataz que fue profesional no tocará este año ningún martillo, pero sigue ahí para quien le necesite: "Ésta es mi vida y es lo que me gusta".




Información: Diario de Sevilla

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